La suerte es lo que sucede cuando la preparación se encuentra con la oportunidad. No hay nada que defina mejor el debut de Adrián Rodríguez con el Deportivo Alavés. El guardameta mallorquín, a sus 24 años, acabó el encuentro entre lágrimas tras cumplir el sueño de un niño que ha luchado media vida para llegar hasta donde está hoy. Desde las categorías inferiores del RCD Mallorca, pasando por la cantera del Real Madrid y el Albacete, hasta coronar el olimpo de Mendizorroza.
Arrigo Sacchi, histórico técnico del Milán, decía que «el fútbol es lo más importante de las cosas menos importantes», una frase que, en un debut, cobra más sentido que nunca. Porque, como nos comentó Adrián tras el partido: «Lo de hoy tan solo ha sido un premio a todo el trabajo que hay detrás. Llevo muchos años esperando este día», dejando clara la importancia de cumplir su objetivo, pero haciendo énfasis en que lo más valioso siempre es el camino. Al final, alcanzar nuestros sueños requiere un pago a la vida con una moneda que no se devuelve: el tiempo. Y qué menos que darle la importancia que merece.
UN DEBUT SOÑADO
El 8 de marzo de 2025 será una fecha marcada a fuego para el mallorquín. Debutar ante el segundo mejor visitante de LaLiga no es tarea fácil, y menos con todo lo que se está jugando el conjunto ‘babazorro’ en este tramo de la temporada. Corría el minuto 58 cuando Adrián Rodríguez, con el 31 a la espalda y los nervios a cuestas, saltó a Mendizorroza tras la expulsión de Sivera. El guardameta, consciente de la responsabilidad que conllevaba el encuentro, se enfrentaba a una situación tensa: el equipo ganaba 1-0, pero se encontraba con uno menos y quedaban más de 30 minutos por delante.
Era el momento de demostrar, y eso hizo. Muy seguro bajo palos, Adrián se mostró firme ante las tímidas acometidas del Villarreal de Marcelino. En un momento tan crucial, supo mantener y transmitir la calma que caracteriza a los buenos porteros, sin dejar que la presión le pasara factura. Su actuación reafirmó su gran capacidad para manejar situaciones de alta tensión, demostrando que, a pesar de su juventud, tiene la madurez necesaria para brillar en la élite.
Lo que más admiro de Adrián es que, desde pequeño, siempre ha tenido una virtud que lo ha acompañado a lo largo de su carrera y que, sin duda, ha sido lo que le ha permitido llegar hasta la máxima categoría: su capacidad de trabajar en silencio. Siempre he sido fiel creyente de que «quien come callado, come dos veces» y él es el claro ejemplo que confirma el dicho. Siempre ha sido un tipo discreto, humilde y reservado, de esos que prefieren que el trabajo hable por ellos, sin necesidad de alardear de lo que hacen o dejan de hacer. La vida pone a cada uno en su lugar, y después de tantos años de trabajo, Adrián Rodríguez está finalmente en el suyo: en Primera División.