Siempre he tenido una especial devoción por aquellas personas que saben marcharse de una fiesta a tiempo. Hablamos de seres maduros, serenos y resolutivos, con un lado oscuro y misterioso que pocos conocen. Pero hay una teoría a la que se aferran los ‘cierra bares’ sobre este tipo de personas: no son de fiar. Probablemente estés en el sofá, con las piernas cruzadas y recordando aquella noche en la que tu mejor amigo te dejó tirado. Otros, los más minuciosos, están pensando en Dimitar Berbatov.
El ariete búlgaro fue uno de los últimos delanteros de su especie. Fino. Elegante. Discreto. Entraba en el área sin avisar, ponía todo patas arriba y tras dejar a su víctima en la red, se marchaba sin dejar huellas. Aquellas piernas largas permitían que sus zancadas fueran como notas musicales deslizándose por una partitura, porque Berbatov, aparte de ser un delantero goleador, pertenecía a esa clase de jugadores que todo lo que tocaba lo convertía en magia. Era tranquilo, delicado y sigiloso. El verdadero delantero con silenciador: aquel que te genera confianza y cuando menos te lo esperas está con el dedo en el gatillo a punto de disparar.
El ‘Mago’ búlgaro tuvo la habilidad para convertir el fútbol en arte. Controlaba balones llovidos del cielo como si su bota derecha fuera un imán. Atraía el esférico. Lo dormía. Lo mimaba. Marcaba la diferencia en todas las facetas del juego. Todos recordamos aquellos goles que parecían ficticios, como aquel tanto con el Bayer Leverkusen a la Roma en la temporada 04/05 y el gol de vaselina cuando militaba en el Mónaco ante el Niza. Además, puso de moda el ‘Berbatov spin’, un regate antológico contra el West Ham que inspiró a los amantes del FIFA.
‘Berba’ era café para los muy cafeteros. Consiguió destacar en clubes míticos como el Bayer Leverkusen, Tottenham Hotspur y aquel Manchester United, donde compartió mesa con Cristiano Ronaldo, Wayne Rooney y Sir Alex Ferguson. Con 619 partidos, 258 goles y 106 asistencias a su espalda, el bueno de Berbatov decidió colgar las botas. Cogió sus cosas, se marchó por la puerta de atrás y no dejó nota de despedida, como tu mejor amigo de fiesta.